
Ahí tenéis mi calle en Murcia. La verdad es que está entretenida.
Además de tener un local de alterne desmantelado, "Don Mario night club", un bar de ambiente "Maricoco", un bar de marcha hasta altas horas "El ladrillo", unas cuantas obras con sus obreros más pendientes de la calle que de la obra... tenemos hasta bomberos.
En diciembre inauguraron deprisa y corriendo un bar de estilo ochentero, a los cuatro días sufrió un incendio y ahí se quedó. Como véis, las llamas alcanzaron el primero y el segundo. Sigue todo negro.
El martes pasado inauguraron IKEA. El viernes de los contenedores de mi calle emergían desde una silla de bebé, hasta unas cortinas años setenta. Muebles, sillas, mesas... la gente ha comprado de todo para modernizar sus casas y de paso, ha tirado de todo para guarrear sus calles.
Porque si una cosa llama la atención en Murcia es la cantidad de cosas que la gente "tira" (deja frente al contenedor). Te das una vuelta por el ensanche, alrededor del campus de la Merced, en pleno centro murciano y te amueblas un piso (y si es el mío enano ya ni te cuento).
Lo del Don Mario ha tenido mucha guasa. Un día me encontré una cama redonda en la bocacalle de enfrente. El colchón mugriento daba qué pensar. A los dos días empezaron a tirar los espejos, de todos los tamaños, de techo de pared, de suelo... y si te asomabas un poco al portal del puticlus podías ver el sitio donde se ponía la matrona para dar el visto bueno a los que entraban y salían, nunca mejor dicho. Un puti de los años de maricastaña que al parecer (según nos comentaba el otro día mi vecino del balcón de enfrente) se va a convertir en apartamentos y estudios. Por ahora, está todo vendido... y eso sin poner cartel de "se venden apartamentos".
Uf, qué mal me huele esto.
A quemado... que venga el bombero pero yaaaaaaaaa.